Entre la crisis y el virus, la Iglesia en Tierra Caliente resiste en solidaridad

Ciudad Altamirano, Guerrero.- Aun antes de la aparición del COVID-19, varias localidades de la denominada Tierra Caliente ya vivían bajo diversas amenazas y dificultades por la violencia y la inseguridad. Pero la pandemia ha complicado el panorama para decenas de poblaciones en donde la Iglesia católica busca seguir sirviendo en solidaridad y caridad: “Somos una diócesis viva, pobre y en camino en medio de dificultades… por ello es positivo que la gente sepa que el pastor, sus sacerdotes, están con ellos en esta situación, es una ventaja que los alienta y los anima”, externa el obispo de Ciudad Altamirano, Joel Ocampo Gorostieta.

Varias localidades de la diócesis pasan por serias dificultades; y por ello, el obispo Ocampo insiste en que la Iglesia local tiene la responsabilidad de “no abandonar a la gente”, de sembrar esperanza y enseñar la solidaridad “del pobre con el pobre” para no claudicar ante el complejo escenario.

En entrevista con VCNoticias, el obispo Ocampo Gorostieta comparte las dificultades que la Iglesia católica y los sacerdotes apostados en las comunidades de la región ubicada en el triángulo terracalentense del Estado de México, Michoacán y Guerrero; pero también los signos de solidaridad y compromiso que responden ante los retos locales:

“El problema no es de ahora, esto tiene años. La situación se complica por la pandemia. Tenemos parroquias en zonas de conflicto y tensiones graves. Estamos en una región muy afectada desde hace años, porque algunas carreteras llevan meses que están intransitadas, no hay acceso, no hay libre tránsito”, comparte Ocampo y agrega: “Los sacerdotes nos solidarizamos con la gente, asumimos esta situación con el pueblo”.

En un simbólico mensaje a la diócesis de Ciudad Altamirano que se leyó por intermediación del Cabildo Guadalupano a los pies de Santa María de Guadalupe el 13 de mayo pasado, el obispo Ocampo sintetizaba su deseo por que la región recobre la paz y cese la pandemia; pero principalmente para que en la Iglesia local “nos ayudemos unos a otros, tendamos la mano a los hermanos más necesitados y compartamos con ellos cuanto somos y cuánto tenemos”.

Hace dos meses, cuando llegó el coronavirus, gran parte de la población no se interesó en la emergencia: “No ha sido fácil demostrar a la población los riesgos del virus -indica Ocampo-, mucha gente se resistía, no creía o incluso le daba lo mismo. Ellos decían que en Tierra Caliente, el virus no sobrevive”; sin embargo, en varias localidades en la diócesis, el COVID-19 ya se ha hecho presente. Según el Mapa de la Secretaría de Salud en la diócesis de Ciudad Altamirano hay casos en Huetamo de Núñez, San Lucas, Cutzamala del Pinzón, Tejupilco, Amatepec, Pungarabato, Coyuca de Catalán y Ajuchitlán del Progreso.

El obispo Ocampo ha dado instrucción a los sacerdotes en las 40 parroquias de la diócesis que permanezcan con su pueblo, que no lo abandonen, que en la medida de sus posibilidades renuncien a parte de sus estipendios para ayudar a gente afectada por la crisis; que no cerraran los templos para que la gente pudiera hacer sus visitas esporádicas pero que se suprimieran todas las celebraciones grupales y masivas. Este ha sido el modelo que la Iglesia católica ha implementado como una responsabilidad para evitar que las misas multitudinarias aumenten el riesgo de contagio entre la población vulnerable.

A casi dos meses de una iglesia sin celebraciones públicas, esta responsabilidad social ha afectado los estipendios y las entradas económicas de las parroquias, principalmente en las localidades que ya tenían problemas para operar con normalidad. El comercio de víveres y recursos básicos, por ejemplo, ya se realizaba trabajosamente en la región y, con el cierre de municipios y carreteras por el COVID-19, ahora hay decenas de comunidades parroquiales a las que les falta la básica alimentación.

“La situación se prolonga, escasean los alimentos, ahora estamos pensando en otras medidas. La primera y principal es invitar a la misma gente a ser solidaria: a que el pobre sea solidario con el pobre, que la gente ayude al hermano necesitado”, dice el obispo Ocampo.

Para ayudar a su clero, el obispo ha dispensado a las parroquias de la colaboración diocesana para las obras de pastoral e incluso ha dispuesto que la economía diocesana apoye con artículos de la canasta básica a las parroquias y casas religiosas, incluso con la dificultad logística que implica llevar despensa entre los caminos cerrados.

Acercar alimentos y artículos de primera necesidad a los sacerdotes no es un acto simbólico, sino un esfuerzo de la economía diocesana para ayudar a una Iglesia que no ha dejado de auxiliar a las comunidades; Ocampo afirma que algunos ministros han tenido dificultades económicas para cubrir incluso su alimentación y que, en consecuencia, tampoco pueden atender otros gastos básicos como luz y agua.

Pero los ministros no son los únicos que padecen el paro de actividades económicas, cientos de familias ven complicarse su supervivencia a causa de la pandemia. Ante este escenario, la diócesis ha buscado a Cáritas Mexicana para que auxilie con el programa ‘Familia sin Hambre’ iniciado hace unas semanas, a la Fundación Cristo Sacerdote para que pueda apoyar con algunos alimentos y especialmente a Adveniat de Alemania para que subvencionen 12 mil despensas para las 20 parroquias más necesitadas de la diócesis.

La gestión de estos apoyos, no obstante, tampoco es sencilla. En algunos casos hay un “exceso de burocracia” que hace lento e ineficiente el servicio. Ocampo comenta: “Estamos tocando puertas permanentemente; ojalá en algunos de estos programas se cambie la estrategia para que verdaderamente llegue el recurso a las diócesis necesitadas. Que nos den el voto de confianza, para nosotros ver cómo podemos hacer llegar los recursos a las parroquias más pobres”.

Tiene sentido, sólo los sacerdotes y el obispo de la diócesis conocen las dificultades que conlleva el mero tránsito en las carreteras de la región de Tierra Caliente.

Las historias de centenares de familias desplazadas por la crisis en la región no son nuevas y la Iglesia católica ha mostrado su rostro de caridad auxiliando a estas víctimas con alimentos, vestido y refugio: “He insistido a los sacerdotes que no dejen a su gente. La población, al saber que su sacerdote está ente ellos, aunque no haya celebraciones públicas, siente ánimo y esperanza. Anoche charlé con un párroco que me dijo: ‘No puedo salir, voy para dos meses que no puedo salir del pueblo, pero aquí estoy, rezo el Rosario y celebro la Eucaristía en privado, pero estoy con mi gente’. Esto es positivo, que la gente sepa que el pastor está con ellos en esta situación es una ventaja, los alienta, los anima”.

“Esta situación nos está llevando a buscar caminos -concluye el obispo Joel Ocampo- por una parte, para que la población necesitada sea agente de su propio desarrollo; pero sustancialmente para demostrar que ante la grave coyuntura sanitaria y de violencia, la misión de la Iglesia hoy es defender la dignidad de la vida humana, ante todos los desafíos y en todas sus circunstancias, desde la concepción y hasta su muerte natural”.

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